martes, 18 de julio de 2017

.                       ERES LA SED QUE TENGO

Eres un día jueves de cualquier otoño, dibujando mis sonrisas, robando una dulce imagen a mi canto guardado; regalando atardeceres de encantó, al cielo profundo de tus ojos llenos de versos. Eso eres.

Eres el sol de primaveras danzantes, flores coloridas y hierbas aromáticas; mi ramillete de nubes subiendo hacía el firmamento y bajando hilos de estrellas que adornan los mares en los que te encuentras... Así eres.

Océanos de suspiros que caen cuando solo te miro, eso también eres; pensamientos que estiran mis sueños dormidos, aquello que respiró. Lo que súbitamente a la mitad de mi viaje, se desliza por mi mente... Cómo eres.

Eres, la sensación del viento en mi extenso valle que te busca; que no te dejan ni un solo instante, que te aprieta hasta que llegan mis caricias perfumadas de lo que para mi eres...

.                "dedicado a la chica de bellas pupilas"
Me parece posible tener su sonrisa pausada como un dolor que gasta, escuchar su voz, vertir palabras, ¡Ay! hasta un miserable llanto que embarga su estancia; veía su pasión escondida perderse entre sufridos cantos, con el pálido tinte en la noche fugada. Me parece posible advertir sus pasos con su mirada alejada y el corto plazo de ciertas cosas; posible es que la muerte implore algo de vida y que pájaros naden, en el confuso abismo al recordarla.
Entonces fue que la ví cansada de tanto pensarla así, hasta que sus cabellos se escondían de mis manos húmedecidas—al querer alcanzarla, más allá del fondo de sus ojos que olvidaron mi nombre, ¡Ay! más allá sentado en el borde de su vereda—de sus sueños y encantos; ahí sentía el fuego que consumía ese loco y frenético instante. Cuando nuestras figuras se hallaban en la nada y una leve gota de agua quemaba mi espalda; cuando nos despojábamos de toda vestimenta; como cuando la espada quería salir de la guarda.

¡Ay! La sentía tan mía, que juro la respiraba en el hondo vuelo del pensamiento, ahí cuando se hacía posible pasear mi horrendo fantasma que la deseaba, que la apretaba y no la soltaba...
Acariciando ese rostro intocable de mis pensamientos, el rostro de mi bien amada.






jueves, 13 de julio de 2017

PRÓFUGOS DE LA NADA


La veía pasar por las caricias transparentes que hacían mis manos vacías, sentía su fragancia como un huracán sensible ahí; al temeroso ritmo del recuerdo... Y así pasaron muchos tiempos de muda espera y aquella muchacha ya había olvidado mis poemas, que con tanta suerte corrían diariamente por sus sueños y los míos. Que con rara fecha se guardaban en el baúl de la nada; que en momentos grandiosos le arráncaban las sonrisas en esos días de aromas malos.

En esos días, nos tomábamos de las manos para volar a otros mundos lastimosamente soñandonos, y del mismo modo que nos besábamos afuera en la noche negra y absurda, apretando artimañas; y ahora, ahora solo soy un gracioso payaso al recordarle—como un infame bribón que se tatuó de fondo blanco en ciertos mensajes y avisos clasificados que no eran gratis.

Hace algo de nostalgias, le repetía a su figura ausente por éstos días, sabiendo que nunca se lo diría y crudamente descansaba como siempre en la retórica mis años—nada ha cambiado, y no la culpo, porque a la espera de mis locuras y estupideces de siempre; aún tengo cosas inconclusas que me exijo en interminables juicios.

En aquellos días, caminábamos casi juntos en el resplandor de la playa solitaria que imaginábamos en esos tiempos, en ese paraíso que ahora vivo—también habían canciones y compáces que a toda hora hablaban románticamente de nuestras jodidas aventuras clandestinas; que creíamos haber hecho en otras vidas, que tristemente recuerdo ahora... Iluso me llama aquella playa, junto al burbujeante sonido de estúpidas letras entonadas.

Por esos días, nos buscábamos morbosamente cuando el sol dejaba de brillar, para amarnos a nuestra manera; embriagándonos de conversaciones variadas, que siempre terminaban tiernamente en un amanecer y desnudos nos mirábamos amablemente; vengándonos de todas esas tontas cosas que en aquel entonces, nos despojaban del instante mismo de el ser algo más que un momento.