martes, 18 de julio de 2017

Me parece posible tener su sonrisa pausada como un dolor que gasta, escuchar su voz, vertir palabras, ¡Ay! hasta un miserable llanto que embarga su estancia; veía su pasión escondida perderse entre sufridos cantos, con el pálido tinte en la noche fugada. Me parece posible advertir sus pasos con su mirada alejada y el corto plazo de ciertas cosas; posible es que la muerte implore algo de vida y que pájaros naden, en el confuso abismo al recordarla.
Entonces fue que la ví cansada de tanto pensarla así, hasta que sus cabellos se escondían de mis manos húmedecidas—al querer alcanzarla, más allá del fondo de sus ojos que olvidaron mi nombre, ¡Ay! más allá sentado en el borde de su vereda—de sus sueños y encantos; ahí sentía el fuego que consumía ese loco y frenético instante. Cuando nuestras figuras se hallaban en la nada y una leve gota de agua quemaba mi espalda; cuando nos despojábamos de toda vestimenta; como cuando la espada quería salir de la guarda.

¡Ay! La sentía tan mía, que juro la respiraba en el hondo vuelo del pensamiento, ahí cuando se hacía posible pasear mi horrendo fantasma que la deseaba, que la apretaba y no la soltaba...
Acariciando ese rostro intocable de mis pensamientos, el rostro de mi bien amada.






No hay comentarios:

Publicar un comentario