Porque te empeñas deliberadamente a ocupar la totalidad de mis pensamientos con tu salvage belleza y singular encanto! Acaso, intencionalmente o de adrede deseas conseguir que mi locura tenga ese ajeno gusto a las noches ebrias?
Kilómetros de pensamientos vuelan hacia ti haciéndome mal y enfermándome, regañándome de vuelta y sin parar en esquivas bofetadas—sacándome bruscamente de la sin razón a la cuál me aferro torpemente; y hondos pensamientos también me hablan apuntando sus certeros dardos, gritándome silenciosamente a ésta estupidez mía para que se calme, para que ya pare—para que mi porfiada obsesión en culparte de aquello que no tienes responsabilidad alguna termine.
Pero sigues ahí y no puedo apartarte...
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